Introducción
Vamos a tratar en este capítulo el importante aspecto de la métrica, es
decir cómo se mide la longitud del verso, lo que redunda en el cómputo de sus
sílabas y ciertas reglas o licencias al respecto.
Para ello, te recomiendo hacer una herramienta muy sencilla que nos
auxiliará en mucho. Tomá una hoja de cálculo (p. ej. Excel) y dejá libre la
primera casilla de la primera fila (A1). Ahora numerá las casillas para las
sílabas: a partir de la segunda de la primera fila (B1), colocá números del 1
al 14 en casillas sucesivas llegando así hasta la casilla (O1). Luego, a partir
de la segunda casilla de la primera columna (A2), numerá las casillas para los versos.
Para ello repetí la distribución de versos del soneto o sea colocá 1,2,3,4; dejá
una fila en blanco; 1,2,3,4; de nuevo fila en blanco; 1,2,3; Fila en
blanco;1,2,3 y llegamos hasta la casilla A18. Si lo deseas, podés dar algún
formato a títulos y colocar líneas de división, pero esto no es estrictamente
necesario. El modelo debe quedar como el de abajo:
Si no tenés computadora o no te sentís cómodo al usarla, podés hacer lo
mismo en un papel cuadriculado, o en uno liso si le hacés las divisiones con
una regla, de igual forma te va a servir. Entonces, podremos observar muy fácil
la distribución de sílabas, versos, estrofas y rimas, lo que nos ayudará mucho
en la escritura del soneto.
La métrica
Para medir el verso debemos comenzar por la separación en sílabas,
pongamos por ejemplo el verso de Quevedo que vimos en el Capítulo 1:
Cuando tu madre te parió cornudo
Nos quedaría:
Cuan-do-tu-ma-dre-te- pa-rió-cor-nu-do
1 -
2 –3 – 4 – 5 – 6 – 7 – 8 – 9 -10 -11
Sí usamos nuestra
hoja analizadora, lo vemos más claramente:
¡Excelente, Quevedo no se equivocó!
Si te llama la atención la sílaba 8 (rió) es una sola y no dos, es que
los diptongos y triptongos no rompen la sílaba como pasaría en río (rí-o). La
explicación es sencilla, para que haya diptongo se necesitan una vocal débil o
cerrada (i,u) y una fuerte o abierta (a,e,o) o dos débiles, cuando la débil
esta acentuada actúa como fuerte, si está sucedida o antecedida por una fuerte se
rompe el diptongo y se llama hiato, tanto como si se suceden dos fuertes. Lo
mismo se puede decir del triptongo que exige una fuerte entre dos débiles. Tomemos
el verso 2:
fue tu planeta un cuerno de la luna
y pasémoslo por el analizador:
¡Epa! ¿Qué pasó acá, Quevedo no sabía contar? Efectivamente hay 12
sílabas, cuando se esperan 11. Sospechamos que debieran entrar en
funcionamiento algunas reglas para justificar tamaña desprolijidad.
Efectivamente, lo que pasa son las licencias poéticas:
·
Sinalefa: Ocurre cuando se suceden dos
vocales entre dos palabras continuas, pueden ser diptongos o hiatos, es decir
vocales débiles o fuertes. Hay sinalefas obligatorias (cuando forman diptongo)
y otras optativas (cuando forman hiato). Se marca con un semicírculo que unen
las palabras. P. ej. “car-ne͜
in-ma-cu-la-da” en lugar de “car-ne-in-ma-cu-la-da”. Suele pasar que
cuando la sinalefa implica dos vocales iguales entre las palabras, la segunda se
omite: p. ej. “an-da-da-ba͜
‘n-dan-do” en lugar de “an-da-ba-an-dan-do”
·
Sinéresis: Es equivalente a la anterior
pero dentro de la misma palabra, es decir que un hiato se transforma en
diptongo. No suele marcarse especialmente. P. ej. “cae” por “ca-e”.
·
Dialefa: Es el contrario de la sinalefa;
cuando hay diptongo se rompe. Puede ocurrir naturalmente cuando el verso tiene
cesura; es decir una pausa grande entre hemistiquios o subversos. Se marca con
una barra vertical. P. ej. “La|in-dus-tria” por “La͜ in-dus-tria"
·
Hiato artificial: Es el contrario de la
sinéresis es decir rompe el diptongo natural. Se suele marcar con diéresis la
vocal más débil. Por ejemplo “crü-el” por “cruel”.
·
Sinafia: Es un caso arcaico y se da en
estrofas que tienen versos de distinta medida contiguos y que forman sinalefa,
en donde la segunda vocal se suprime. Esto es debido a que el verso más pequeño
no es totalmente independiente del otro y en la práctica funcionan como uno
solo. P. ej. “cam-po͜
‘r-gu-llo-so” por "cam-po/Or-gu-llo-so".
Ahora si con estos conocimientos medimos de nuevo el verso:
Vemos que entre la sílaba 5 y 6 “ta”
y “un” se forma una sinalefa natural.
¡Grande Quevedo, no nos podías fallar! Sigamos con el análisis de los demás
versos de la estrofa:
El tercer verso no presenta ninguna dificultad, no hay licencia poética
empleada. El cuarto en cambio es un quebradero de cabezas, tiene una sinalefa
entre la sexta y la séptima sílaba “jo” y
“un” pero no obstante la métrica nos
da 12 sílabas. ¡El poeta no gana más que para desgracias! En realidad, la
explicación es bastante coherente, la poesía al ser recitada (o cantada) se
rige no tanto por la grafía, la sintaxis o puntuación, sino por la fonética del
intérprete, por lo tanto, cuando una consonante se comporta como una vocal (el
caso de la y) se considera una vocal y puede formar sinalefa o más raramente
una sinéresis. Rehagamos nuestro análisis… qué maravilla, las cosas dan bien:
Entre las primeras dos palabras hay sinalefa. Y me dirán: ¿Por qué no la
hay entre la sílaba 8 y la 9 “muy” y “a”? Sencillamente porque la “y” se comporta como consonante. Si no
me creen reemplacen la “y” por la “i” en ambos casos y lean el verso. ¿Un asco
verdad?
Esto nos lleva a otras consideraciones como el caso de la “h” que es
muda, por lo tanto, no debiera impedir las licencias vistas arriba. P. ej. “In-dig-no͜ hi-jo”
, y sí lo haría al tratarse de una “h” inglesa que tiene valor de “j” suave, p.
ej. en “hooligan” que no podría
formar sinalefa en “In-dig-no-hoo-li-gan”,
o en las lenguas romances antiguas que era un “f” aspirada.
Recordamos que, regidos por a la fonética, los signos de puntuación no
debieran impedir las licencias y habitualmente es así. Pero todo depende del
intérprete… lo que nos trae la inquietante idea de que un verso – en un
contexto métrico- puede estar mal o no de acuerdo a quién lo recita, que es más
o menos lo mismo lo que pasa con dos cantantes que cantan la misma canción con
distinto fraseo. Esto es particularmente cierto para el castellano, distribuido
como está entre tan extensas regiones; con un acento regional puede sonar muy
bien y en otro pésimo.
Los símbolos que arriba estudiamos (algo en desuso hoy en día) son
modestos empeños para indicar cómo el autor pretende que se recite un verso, aunque
no siempre son tenidos muy en cuenta.
Para finalizar hagamos cómputo de las sílabas del título de este curso,
considerando que, al ser un curso sobre sonetos, debiera tratarse de endecasílabos:
Cómo hacer un soneto sin morir
en virtud de ejercicio endecasílabo
Pasémoslo por nuestra picadora de carne poética:
Nuestro autor es un desastre, ya usamos las licencias y nos da un verso
de 10 y otro de 12, pero debe haber alguna explicación... Por aquellas perplejidades
de la fonética, la antepenúltima sílaba del verso obligatoriamente debe ir
acentuada, es decir si tengo un tetrasílabo, la tercera; un pentasílabo, la
cuarta; y así para todos. Podemos decir que esta es la única regla
absolutamente ineludible de la poesía con metros.
En el caso del endecásilabo, usado por el soneto, la décima sílaba debe
estar acentuada obligatoriamente. Y esto ocurre en nuestro ejemplo, es más
recitamos ambos versos suenan bien. La realidad es que poco importa lo que pase
luego de la décima sílaba. Puede haber ninguna, una o n sílabas inacentuadas, no
obstante, el verso sonará bien y para el cómputo se considerarán 11 sílabas.
Estrictamente hablando, un endecasílabo es un verso que tiene le tónica en la
décima sílaba fonética y un número indeterminado de silabas átonas después. Aunque
mayormente será endecasílabo
(simplemente porque las palabras graves son las más frecuentes), no lo
será siempre. No obstante, esta explicación generalisita, podemos tomar las
siguientes reglas que nos legó la tradición en función del final del verso:
- Fin en palabra aguda: Son palabras acentuadas en la última sílaba como: “canción”, “saltar” o “pedigree”, en tal caso se le suma una sílaba. Para el endecasílabo se computa “10 +1”
- Fin en palabra grave: Se trata de palabras acentuadas en la penúltima sílaba como “árbol”, “camiseta” o “González”, acá no se suma ni resta nada. Para el endecasílabo se computa “11”.
- Fin en palabra esdrújula o sobresdrújula. Estas palabras están acentuadas en la antepenúltima sílaba o antes como “química”, “pésimo” y “ágilmente”, se restan tantas sílabas como suceden a la medida estándar del verso, es decir a los dos primeros ejemplos una. y al tercero dos. Para el endecasílabo se computa: Nro. de Sílabas del verso- Nro. de sílabas después de la undécima. En los ejemplos, aplicados a un supuesto endecasílabo, debería ser: 12-1, 12-1, 13-2, 14-3, etc..
Al aplicar estas reglas reformulamos el cómputo en nuestro analizador, que
para mejorarlo requerirá una nueva columna para los cómputos:
Y la magia hace que todo quede bien….
Algo de práctica
Con todo lo que aprendimos te propongo analizar el soneto de Garcilaso
del Capítulo 2. Dejo abajo una posible solución:
El capítulo que viene tratamos sobre los asuntos de la rima.
Epílogo
Para finalizar este capítulo, traigo un soneto épico de Lope de Vega del
siglo XVII:
A Helena
Ardese Troya y sube el humo oscuro
al enemigo cielo y, entretanto,
alegre Juno mira el fuego y llanto:
¡venganza de mujer, castigo duro!
El vulgo, aun en los templos mal seguro,
huye cubierto de amarillo espanto;
corre cuajada sangre el turbio Janto
y viene a tierra el levantado muro.
Crece el incendio propio el fuego extraño,
las empinadas máquinas cayendo,
de que se ven rüinas y pedazos.
Y la dura ocasión de tanto daño
mientras vencido Paris muere ardiendo
del griego vencedor duerme en los
brazos.
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