Capítulo 3 - El justo continente de la métrica

Introducción

Vamos a tratar en este capítulo el importante aspecto de la métrica, es decir cómo se mide la longitud del verso, lo que redunda en el cómputo de sus sílabas y ciertas reglas o licencias al respecto.
Para ello, te recomiendo hacer una herramienta muy sencilla que nos auxiliará en mucho. Tomá una hoja de cálculo (p. ej. Excel) y dejá libre la primera casilla de la primera fila (A1). Ahora numerá las casillas para las sílabas: a partir de la segunda de la primera fila (B1), colocá números del 1 al 14 en casillas sucesivas llegando así hasta la casilla (O1). Luego, a partir de la segunda casilla de la primera columna (A2), numerá las casillas para los versos. Para ello repetí la distribución de versos del soneto o sea colocá 1,2,3,4; dejá una fila en blanco; 1,2,3,4; de nuevo fila en blanco; 1,2,3; Fila en blanco;1,2,3 y llegamos hasta la casilla A18. Si lo deseas, podés dar algún formato a títulos y colocar líneas de división, pero esto no es estrictamente necesario. El modelo debe quedar como el de abajo:

Si no tenés computadora o no te sentís cómodo al usarla, podés hacer lo mismo en un papel cuadriculado, o en uno liso si le hacés las divisiones con una regla, de igual forma te va a servir. Entonces, podremos observar muy fácil la distribución de sílabas, versos, estrofas y rimas, lo que nos ayudará mucho en la escritura del soneto.

La métrica

Para medir el verso debemos comenzar por la separación en sílabas, pongamos por ejemplo el verso de Quevedo que vimos en el Capítulo 1:
Cuando tu madre te parió cornudo
Nos quedaría:
Cuan-do-tu-ma-dre-te- pa-rió-cor-nu-do
     1   - 2 –3 – 4 – 5 – 6 – 7 – 8 – 9 -10 -11
Sí usamos nuestra hoja analizadora, lo vemos más claramente:

¡Excelente, Quevedo no se equivocó!
Si te llama la atención la sílaba 8 (rió) es una sola y no dos, es que los diptongos y triptongos no rompen la sílaba como pasaría en río (rí-o). La explicación es sencilla, para que haya diptongo se necesitan una vocal débil o cerrada (i,u) y una fuerte o abierta (a,e,o) o dos débiles, cuando la débil esta acentuada actúa como fuerte, si está sucedida o antecedida por una fuerte se rompe el diptongo y se llama hiato, tanto como si se suceden dos fuertes. Lo mismo se puede decir del triptongo que exige una fuerte entre dos débiles. Tomemos el verso 2:
fue tu planeta un cuerno de la luna
y pasémoslo por el analizador:

¡Epa! ¿Qué pasó acá, Quevedo no sabía contar? Efectivamente hay 12 sílabas, cuando se esperan 11. Sospechamos que debieran entrar en funcionamiento algunas reglas para justificar tamaña desprolijidad. Efectivamente, lo que pasa son las licencias poéticas:
·         Sinalefa: Ocurre cuando se suceden dos vocales entre dos palabras continuas, pueden ser diptongos o hiatos, es decir vocales débiles o fuertes. Hay sinalefas obligatorias (cuando forman diptongo) y otras optativas (cuando forman hiato). Se marca con un semicírculo que unen las palabras. P. ej. “car-ne͜ in-ma-cu-la-da” en lugar de “car-ne-in-ma-cu-la-da”. Suele pasar que cuando la sinalefa implica dos vocales iguales entre las palabras, la segunda se omite: p. ej. “an-da-da-ba͜ ‘n-dan-do” en lugar de “an-da-ba-an-dan-do”
·         Sinéresis: Es equivalente a la anterior pero dentro de la misma palabra, es decir que un hiato se transforma en diptongo. No suele marcarse especialmente. P. ej. “cae por “ca-e”.
·         Dialefa: Es el contrario de la sinalefa; cuando hay diptongo se rompe. Puede ocurrir naturalmente cuando el verso tiene cesura; es decir una pausa grande entre hemistiquios o subversos. Se marca con una barra vertical. P. ej. “La|in-dus-tria” por “La͜ in-dus-tria"
·         Hiato artificial: Es el contrario de la sinéresis es decir rompe el diptongo natural. Se suele marcar con diéresis la vocal más débil. Por ejemplo “crü-el” por “cruel”.
·         Sinafia: Es un caso arcaico y se da en estrofas que tienen versos de distinta medida contiguos y que forman sinalefa, en donde la segunda vocal se suprime. Esto es debido a que el verso más pequeño no es totalmente independiente del otro y en la práctica funcionan como uno solo. P. ej. “cam-po͜ ‘r-gu-llo-so” por "cam-po/Or-gu-llo-so".
Ahora si con estos conocimientos medimos de nuevo el verso:
Vemos que entre la sílaba 5 y 6 “ta” y “un” se forma una sinalefa natural. ¡Grande Quevedo, no nos podías fallar! Sigamos con el análisis de los demás versos de la estrofa: 

El tercer verso no presenta ninguna dificultad, no hay licencia poética empleada. El cuarto en cambio es un quebradero de cabezas, tiene una sinalefa entre la sexta y la séptima sílaba “jo” y “un” pero no obstante la métrica nos da 12 sílabas. ¡El poeta no gana más que para desgracias! En realidad, la explicación es bastante coherente, la poesía al ser recitada (o cantada) se rige no tanto por la grafía, la sintaxis o puntuación, sino por la fonética del intérprete, por lo tanto, cuando una consonante se comporta como una vocal (el caso de la y) se considera una vocal y puede formar sinalefa o más raramente una sinéresis. Rehagamos nuestro análisis… qué maravilla, las cosas dan bien:

Entre las primeras dos palabras hay sinalefa. Y me dirán: ¿Por qué no la hay entre la sílaba 8 y la 9 “muy” y “a”? Sencillamente porque la “y” se comporta como consonante. Si no me creen reemplacen la “y” por la “i” en ambos casos y lean el verso. ¿Un asco verdad?
Esto nos lleva a otras consideraciones como el caso de la “h” que es muda, por lo tanto, no debiera impedir las licencias vistas arriba. P. ej. “In-dig-no͜ hi-jo” , y sí lo haría al tratarse de una “h” inglesa que tiene valor de “j” suave, p. ej. en “hooligan” que no podría formar sinalefa en “In-dig-no-hoo-li-gan”, o en las lenguas romances antiguas que era un “f” aspirada.
Recordamos que, regidos por a la fonética, los signos de puntuación no debieran impedir las licencias y habitualmente es así. Pero todo depende del intérprete… lo que nos trae la inquietante idea de que un verso – en un contexto métrico- puede estar mal o no de acuerdo a quién lo recita, que es más o menos lo mismo lo que pasa con dos cantantes que cantan la misma canción con distinto fraseo. Esto es particularmente cierto para el castellano, distribuido como está entre tan extensas regiones; con un acento regional puede sonar muy bien y en otro pésimo.
Los símbolos que arriba estudiamos (algo en desuso hoy en día) son modestos empeños para indicar cómo el autor pretende que se recite un verso, aunque no siempre son tenidos muy en cuenta.
Para finalizar hagamos cómputo de las sílabas del título de este curso, considerando que, al ser un curso sobre sonetos, debiera tratarse de endecasílabos:
Cómo hacer un soneto sin morir
en virtud de ejercicio endecasílabo

Pasémoslo por nuestra picadora de carne poética:

Nuestro autor es un desastre, ya usamos las licencias y nos da un verso de 10 y otro de 12, pero debe haber alguna explicación... Por aquellas perplejidades de la fonética, la antepenúltima sílaba del verso obligatoriamente debe ir acentuada, es decir si tengo un tetrasílabo, la tercera; un pentasílabo, la cuarta; y así para todos. Podemos decir que esta es la única regla absolutamente ineludible de la poesía con metros.
En el caso del endecásilabo, usado por el soneto, la décima sílaba debe estar acentuada obligatoriamente. Y esto ocurre en nuestro ejemplo, es más recitamos ambos versos suenan bien. La realidad es que poco importa lo que pase luego de la décima sílaba. Puede haber ninguna, una o n sílabas inacentuadas, no obstante, el verso sonará bien y para el cómputo se considerarán 11 sílabas. Estrictamente hablando, un endecasílabo es un verso que tiene le tónica en la décima sílaba fonética y un número indeterminado de silabas átonas después. Aunque mayormente será endecasílabo  (simplemente porque las palabras graves son las más frecuentes), no lo será siempre. No obstante, esta explicación generalisita, podemos tomar las siguientes reglas que nos legó la tradición en función del final del verso:
  • Fin en palabra aguda: Son palabras acentuadas en la última sílaba como: “canción”, “saltar” o “pedigree”, en tal caso se le suma una sílaba. Para el endecasílabo se computa “10 +1”
  • Fin en palabra grave: Se trata de palabras acentuadas en la penúltima sílaba como “árbol”, “camiseta” o “González”, acá no se suma ni resta nada. Para el endecasílabo se computa “11”.
  • Fin en palabra esdrújula o sobresdrújula. Estas palabras están acentuadas en la antepenúltima sílaba o antes como “química”, “pésimo” y “ágilmente”, se restan tantas sílabas como suceden a la medida estándar del verso, es decir a los dos primeros ejemplos una. y al tercero dos. Para el endecasílabo se computa: Nro. de Sílabas del verso- Nro. de sílabas después de la undécima. En los ejemplos, aplicados a un supuesto endecasílabo, debería ser: 12-1, 12-1,  13-2, 14-3, etc..

Al aplicar estas reglas reformulamos el cómputo en nuestro analizador, que para mejorarlo requerirá una nueva columna para los cómputos:

Y la magia hace que todo quede bien….

Algo de práctica

Con todo lo que aprendimos te propongo analizar el soneto de Garcilaso del Capítulo 2. Dejo abajo una posible solución:


El capítulo que viene tratamos sobre los asuntos de la rima. 

Epílogo

Para finalizar este capítulo, traigo un soneto épico de Lope de Vega del siglo XVII:
                                 A Helena

    Ardese Troya y sube el humo oscuro
al enemigo cielo y, entretanto,
alegre Juno mira el fuego y llanto:
¡venganza de mujer, castigo duro!

    El vulgo, aun en los templos mal seguro,
huye cubierto de amarillo espanto;
corre cuajada sangre el turbio Janto
y viene a tierra el levantado muro.

    Crece el incendio propio el fuego extraño,
las empinadas máquinas cayendo,
de que se ven rüinas y pedazos.

    Y la dura ocasión de tanto daño
mientras vencido Paris muere ardiendo
del griego vencedor duerme en los brazos.


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