Capítulo 5 - En el cálido ritmo de los versos

Introducción

Llegamos quizás al aspecto menos comprendido y más descuidado de la poesía. Muchos poetas hablan de ritmo, sobre todo de ritmo interno, pero pocos lo comprenden o están confundidos al respecto, o siquiera lo pueden explicar.
Puede que te digan que el ritmo depende de la velocidad con que se recita; que es el mismo error que decir que el compás de la música depende de lo rápido que se toque. Otros te dirán que tiene que ver con las sensaciones de velocidad o quietud que generes con tus palabras o con la repetición de tropos y conceptos, que es lo mismo que creer en Papá Noel -salvo que hagas poesía en versículos al modo de las sagradas escrituras-, y así variopintas explicaciones locas, hasta esotéricas de lo que es el ritmo. En todo caso se podrá de hablar de simetría de figuras conceptuales, sintácticas, morfológicas o semánticas, no de patrones rítmicos, que requieren de una estructura regular en el tiempo, por más que ciertos teóricos lo llamen así. No adivino por qué esto sea de este modo, porque hay muchos tratados y estudios sobre el ritmo, accesibles a cualquiera. Además, está el ejemplo de los grandes poetas que siempre lo han tenido correctamente en cuenta.
Otras veces, difusamente el ritmo se asocia a unos ciertos tiempos regulares de percusión. No es en balde esta asociación, pero eso no es más que un método de reconocimiento de patrones, tal como hacen los músicos que marcan el compás con los pies o los antiguos poetas romanos que con un bastón marcaban los metros mientras recitaban. Por eso muchos hablan de que recitan en voz alta para ver que ritmo tiene el poema, pero como verás sólo es una técnica subjetiva, no el fundamento objetivo.

Pero ¿qué es el ritmo?

El ritmo en castellano es ni más ni menos que la sucesión de silabas acentuadas o tónicas con las inacentuadas o átonas. De esta forma los versos pueden clasificarse por un cierto patrón rítmico que responde a la medida del verso. En la práctica, la dicción de cada sílaba (o de las pausas) es bastante regular, lo que permite hacer del tiempo algo prescindible y simplemente medir la cantidad de sílabas. Esto está muy asociado con la música ya que determinados tipos de compases, que los podemos equiparar al metro del verso, presentan patrones de sucesión entre notas fuertes y débiles, bastante conocidas, que son equivalentes a la clasificación que vimos en el Capítulo 1, y que nos llega de los griegos. En caso del verso, lo que da la cualidad del ritmo es cada cuanto aparecen los acentos o sílabas tónicas, y entre medio de ellos las sílabas débiles y pausas. Los patrones rítmicos que habíamos visto son:
·         Trocaico: 1ra acentuada y 2da no (óo).
·         Yámbico: 2da acentuada y 1ra no (oó).
·         Dactílico: 1ra acentuada, 2da y 3ra no (óoo).
·         Anfibráquico: 2da acentuada, 1ra y 3ra no (oóo).
·         Anapéstico: 3ra acentuada y 1ra y 2da no (ooó).
·         Mixtos: Combinaciones de los anteriores
El verso endecasílabo es un verso extensamente estudiado y posee sus propios patrones rítmicos que podemos decir están fijados por la tradición poética. Desde este punto de vista, lo podemos considerar como dos tetrasílabos y un trisílabo. En los modelos rítmicos puros, para cada cuatrisílabo sólo una (o a veces ninguna) de las sílabas es tónica. El trisílabo final, en cambio, es fijo; recordemos que la 10ma siempre está acentuada. Como caiga cada acento en los dos cuatrisílabos, nos dará un patrón rítmico puro, con la particularidad que 4ta y 5ta juntas no forman modelo.

A su vez estos patrones son de dos tipos: mayores y menores (cosa que tiene que ver con las escalas musicales). Los primeros requieren que el primer acento esté en alguna de las tres primeras sílabas los segundos, desde la 4ta en adelante. Los patrones básicos son:
·         Enfático: (Mayor) 1ra, 6ta y 10ma tónicas, las demás átonas.
·         Heroico: (Mayor) 2da, 6ta y 10ma
·         Melódico: (Mayor) 3ra, 6ta y 10ma
·         Dactílico: (Menor) 4ta, 7ma y 10ma
·         Sáfico: (Menor) 4ta, 8va y 10ma
·         Galaico antiguo: (Menor) 5ta y 10ma
·         Vacío: (Menor) 6ta y 10ma
·         Italiano: (Menor) 7ma y 10ma
Normalmente un poema suele utilizar varias de estas cadencias, para hacerlo menos monótono. Cada una de ellas está asociada a un clima. Podemos decir que cuanto antes aparezca la primera tónica el verso tiene más énfasis y suena más fuerte. Por el contrario, cuando se atrasa la aparición del primer acento, el verso es más suave y da mayor idea de quietud.
Los de arriba, son patrones rítmicos puros. Ahora, existen otros tipos de acentos que pueden aparecer en el verso. Para entenderlo mejor vamos a clasificar los acentos en:
·         Rítmicos: son los que responden al patrón puro considerado. P. ej. en el patrón melódico son rítmicos los acentos de la 3ra, 6ta y 10ma sílaba.
·         Extrarrítmicos: se consideran así los que están fuera del patrón puro, pero no interfieren con él, es decir al menos hay una sílaba átona entre él extrarrítmico y el rítmico. P. ej. si tenemos el patrón 3ra, 6ta, 8va y 10ma, el acento de la 8va es un extrarrítmico del melódico puro. Los extrarrítmicos se consideran acentos aceptables para la composición.
·         Antirrítmicos: son los que se encuentran contiguos a uno rítmico y por lo tanto lo interfieren P. ej. si tenemos el patrón 3ra, 5ta, 6ta y 10ma, el acento de la 5ta es un antirrítmico del melódico puro. Los antirrítmicos son considerados perjudiciales y deben evitarse, particularmente uno: el denominado antiestrófico, que implica el inmediato anterior al de la última tónica del verso, en el caso del endecasílabo sería el de la 9na. No obstante, si un acento antirrítmico queda en un verso, normalmente el intérprete lo tratará como átono o creará una cesura, es decir una pausa larga, artificial entre las dos sílabas.
·         Secundarios: ocurren cuando una sílaba átona se vuelve tónica para ajustarse a un determinado patrón P. ej. en: “como antiguo en tu cantina nueva” el “tu” átono de la 6ta sílaba pasa a ser “tú” adquiriendo la calidad de tónica por necesidad de un patrón melódico (3ra, 6ta, y 10ma). No es una práctica elegante, pero a veces nos salva.
Por lo tanto, los patrones no puros admiten los acentos extrarrítmicos, pero no los antirrítmicos y pobres quedan los secundarios. Sin embargo, es un extenso recurso de los cantantes y letristas cambiar el acento de posición, cosa que no recomiendo al sonetista. Siempre es preferible no forzar al idioma y buscar otra solución. Con estas premisas hay una clasificación extendida de los versos endecasílabos aceptados:

Los patrones en rojo difieren de los negros en la compatibilidad rítmica entre sí, lo que quiere decir que no debieran mezclase en un mismo poema. Ahora bien, las variantes extrarrítmicas de estos también son aceptables, aunque no estén en esta tabla.
Hay una excepción: en el modelo 21 denominado “sáfico inverso” aparecen dos acentos contiguos (entra la 6ta y la 7ma). Lo que ocurre es que el verso genera una cesura obligada entre ambas sílabas, lo que da un hemistiquio heptasílabo agudo y un pentasílabo adónico (1ra y 4ta tónicas). Esto en la práctica no es un endecasílabo sino un dodecasílabo, aunque la tradición lo toma como tal y no vamos a discutirla. Podría usarse en un soneto como una adaptación de la conocida estrofa sáfica (tres endecasílabos sáficos más un pentasílabo adónico). Por eso notarán lo difícil que es combinar este patrón con otros satisfactoriamente, ya que forzosamente no suena como soneto. Otra alternativa es que, al recitarse, la séptima o la sexta se vuelvan átonas, pero en un caso u otro, no estaríamos siguiendo el patrón sáfico inverso, sino un melódico o un dactílico, según el caso.
La gran mayoría de los versos empleados en sonetos utilizan patrones de 6ta acentuada, tanto es así que muchos sonetistas, en su oficio, lo consideran obligatorio.             
Por ejemplo, tomemos el primer verso del soneto de Lope de Vega del Capítulo 3 y que ya habíamos separado en sílabas, luego coloquemos una “o” por cada sílaba átona y una “ó” por cada sílaba tónica.
Ar-de-se Tro-yay- su-be’l-hu-moos-cu-ro
ó - o – o - ó – o - ó - o - ó - o - ó – o
1 - 2 - 3 –4 – 5 – 6 – 7 – 8 - 9 - 10 - 11
Lo que en nuestra tabla se define como sáfico pleno. Debe recordarse que en castellano hay muchas palabras átonas como p. ej. los pronombres personales, relativos, conjunciones etc. en este verso “el” e “y” son palabras de este tipo. Para mayor detalle podes buscar en internet una lista de ellas.

Algo de práctica

Podríamos analizar el soneto de Quevedo del capítulo anterior. Para ello conviene agregar, a nuestro analizador, una línea debajo de cada verso para marcar sílabas tónicas y átonas; y una columna más para ver a qué modelo rítmico responde el verso. Abajo la solución propuesta:

El poema trata sobre lo pasajero de la belleza, la juventud, un tema digamos bastante clásico, ya que entrelaza dos tópicos muy latinos como el “tempus fugit” (el tiempo escapa) y “carpe diem” (aprovecha el día).
Acompaña la intención con una rítmica clara, se mantiene en la acentuación de las sílabas 6ta, 8va y 10ma. y luego varía la cadencia mediante el primer tetrasílabo. De esta manera, los cuartetos son muy cadenciosos, casi estáticos alternando entre el ritmo vacío y el sáfico, en lo que corresponde a la contemplación y enumeración de los atributos de la belleza superlativa de la mujer. Los dos tercetos son una unidad que comienza con un consejo y advertencia (goza…antes que…) y donde vuelve a enumerar los atributos; subiendo de la cadencia anterior con ritmo melódico, para finalizar profetizando un destino siniestro (…se vuelva, mas tú y ello…), de forma altisonante con un ritmo heroico, contraponiendo los elementos de la belleza y juventud frente a los de la vejez y muerte.
Sin dudas es magistral la enseñanza para el sonetista, ya que conjuga todos los elementos en función de lo que quiere expresar, inclusive la asonancia que se vuelve más agresiva sobre el final. No obstante, hay algunas partes forzadas ‑cambios de tónicas en átonas y viceversa- que marcamos entre paréntesis, aunque algunos de ellos podrían considerarse superfluos en virtud de un ritmo menos estricto.
Reflexión aparte requiere el último verso, notablemente artificioso, que requiere una recitación sin pausas para entrar en la métrica del endecasílabo. Fuerza una secuencia de cinco anfíbracos perfectos (15 sílabas), o sea un pentámetro del metro grecolatino, y lo comprime mediante sinalefas, es decir por la dicción. Realmente en su momento se podría haber catalogado de “experimental”, puesto que la cosa se hubiera resuelto fácil con una enumeración sencilla, que mantiene métrica y ritmo:
en-tie-rra-hu-mo-pol-vo-som-bra-na-da
o – ó – o - ó - o – ó – o - ó – o - ó - o
1 - 2 - 3 - 4 - 5 – 6 - 7 - 8 - 9 - 10- 11
En el capítulo siguiente hablaremos de las figuras poéticas y los tropos.

Epílogo

Para terminar este capítulo te dejo un soneto de Cortázar del siglo XX:
                                   La ceremonia 

    Te desnudé entre llantos y temblores
sobre una cama abierta a lo infinito,
y si no tuve lástima del grito
ni de las súplicas o los rubores, 

    fui en cambio el alfarero en los albores,
el fuego y el azar del lento rito,
sentí nacer bajo la arcilla el mito
del retorno a la fuente y a las flores. 

    En mis brazos tejiste la madeja
rumorosa del tiempo encadenado,
su eternidad de fuego recurrente;

    no sé qué viste tú desde tu queja,
yo vi águilas y musgos, fui ese lado

del espejo en que canta la serpiente.

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