Cuando Lili Varela me propuso hacer una sección para su programa radial Al Borde de la Palabra no sabía que tema
encarar. No quería volver a hacer aquella sección que hiciera durante tanto
tiempo en el ciclo Maldita Ginebra: ¿Quién
dijo que el metal no tiene poesía? y
que me granjeara tantas satisfacciones y buena feedback. Quería hacer algo
realmente distinto.
Hacía mucho que daba vuelta en mi cabeza tratar volver asequible, para
aquellos que le interesara, el arte de la composición poética tradicional con
todas sus reglas y manías. En tal sentido, el arte del soneto acumula todas
ellas. Es que, más allá del agotamiento que implican, encontré en estas formas
en desuso un enorme placer estético y una base para el desarrollo de mi poesía de
verso libre.
Quizás haya mucho de nostalgia de una época que no me tocó vivir, como
lo fuera el siglo de oro, que me prodigó la satisfacción de la lectura primero
y de la composición después. Quizás este sea apenas un tímido intento, una
lucha contra molinos de viento, por no perder toda aquella sabiduría de varios
siglos condensada en un cúmulo de reglas y costumbres que, para nuestra
mentalidad contemporánea, pueden sonar absurdas; probablemente porque perdimos
la inquietud de comprender sus motivos.
Reuní todas mis ganas, de mis épocas de docente, y me largué
a la aventura de tratar de explicar aquello que ya nadie explica, al menos acá
en Buenos Aires en el siglo XXI, salvo en algún caso específico de la curriculae
universitaria o en talleres para letristas de canciones. Me encontré con el
desafío de realizar ejercicios de práctica poética por radio, sin medios
visuales a mi disposición por lo que empecé con un guion. Terminé con un
librito, que también es blog, que se develó a medida que trataba de completar
cada capítulo como material de apoyo para aquellas charlas radiales. Espero que
les sea útil y sepan disculpar mis muchas faltas.
Desde ya muchas gracias por la lectura.
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